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EL DISCURSO DEL LÍDER

  |   Varis

El espejo asusta. Se retoca el disperso peinado. Observa sus ojeras y estos pequeños surcos que anuncian la inevitable levedad del ser. Tronco erguido. Esta parte no es problema. Su imagen será aceptada. Se da por satisfecho.

 

Las palabras. Elige cuidadosamente sus palabras para causar una buena impresión. Intenta parecer seguro, con altura de miras, un tanto mesiánico, con semblante humanista y con un punto de misterio para no desvelar de manera transparente sus limitaciones, sus preguntas sin respuesta, sus dudas permanentes.

 

Mima el gesto, el movimiento de sus manos, el equilibrio de sus hombros, la mirada horizontal. Respira, realiza pausas estudiadas y repite algunas frases para recalcar conceptos clave.

 

Vocaliza y dibuja sus expresiones con los énfasis exactos.

 

Nadie le escucha. Permanecen frente a él impávidos y en silencio. La mente del auditorio ha viajado a otros lugares.

 

Este líder olvida habitualmente que el único mensaje de interés es el del sentimiento, el de la convicción, el de la pasión y la certeza. Todos sus “seguidores” están claramente mediatizados por las acciones que le han visto realizar, las decisiones tomadas que les afectan y esto constituye un muro infranqueable en el que se detenían sus palabras.

 

Tan solo podría saltar este muro un ejercicio de honestidad, de deseo sincero de ayuda… Las palabras estudiadas, los gestos, la voz, son elementos demasiado débiles para superar la barrera que, con sus actos, ha levantado.

 

He aquí una práctica inútil de liderazgo. La vieja confusión entre autoridad y poder. Él fue nombrado para el cargo, pero no reconocido por los demás.

 

Si pensamos en el tema relacionado con el mundo del deporte en el terreno de juego, vemos este error en pocas ocasiones. El ejercicio de la acción es tan evidente, tan visual y reconocible que importa poco el nombramiento, el poder, y funciona siempre la autoridad, el liderazgo, de manera inmediata.

 

El líder conduce, arrastra a los demás, señala el camino, busca colaboración y la encuentra, sabe elegir la mejor solución y elige a los más adecuados, enseña, forma, apoya, empuja. El liderazgo se aplaude en los logros y se aprecia de verdad, se reconoce, en los momentos complejos, difíciles. El líder se apunta el primero en las situaciones límite, asume riesgos, capitaliza los errores, reparte los éxitos.

 

Es una medida de análisis para apreciar las buenas prácticas de liderazgo la observación de las declaraciones públicas de muchos deportistas. Son ejemplos vivos de la búsqueda del logro los que comparten victorias, los que minimizan su presencia en el momento del aplauso. Son los verdaderos líderes y se les reconoce en la sombra, entre bastidores y aparecen al final de la representación arrastrados por los actores de esta obra colectiva en la que han participado.

 

Este es el momento del discurso auténtico, donde los valores de todos los miembros del equipo aparecen, uno a uno, sin olvidos, con evidencias, con las inflexiones de voz adecuada, los gestos necesarios, la mirada directa y franca, las mejores palabras que explican el verdadero sentimiento, la convicción y la visión real del futuro predecible.

 

 

Jordi Adell